6 de noviembre de 2015

Quien quiere...

Quien quiere no demora, aparece. Quien te quiere ver ahora no lo deja para mañana, incluso si la distancia es incalculable o ya es demasiado tarde para hacerlo. Quien quiere, no deja para después lo que puede hacer ahora. Quien quiere quedarse, se queda sin que le tengas que implorar. Quien quiere cuidarte, simplemente te cuida. Quien quiere, probablemente no va a soportar la nostalgia, no escatimará en sentimientos y se entregará para tenerte.


Quien quiere, encuentra un camino. Quien tiene ganas hace que la nostalgia se transforme en encuentro, hace que el cine se convierta en motel, hace del cansancio un motivo, hace de los días fríos algo más cálido. Quien quiere, es capaz de viajar 100 km solo para verte, y no le importa si el tiempo pasa demasiado rápido, quien quiere ni si quiera lo pensará cuando se trate de verte hoy o dentro de dos semanas. Quien quiere no vive de las conversaciones, no pierde el tiempo, no colecciona mil y una disculpas para justificar que no podrá verte hoy por qué el día fue muy duro.


Quien tiene nostalgia de tu sonrisa no se contenta con escuchar la voz a través de una bocina, quien quiere estar contigo siente la necesidad de verte para conversar sobre tu día, sobre todas las cosas que te hacen perder la cabeza y entiende que es mejor abrazarte en los momentos más difíciles en lugar de simplemente enviar un “que estés bien” por mensajes. Quien te quiere te hace bien, toca a tu puerta con chocolates y cerveza que compró en el camino – el dinero era poco y el vino es caro. Quien realmente te quiere ver no espera un día feriado o por días mejores que no tengan exámenes ni un montón de trabajo por terminar.


Quien te quiere ver no se lamenta por vestir lo primero que encuentra a la mano para salir con la sonrisa más sincera a encontrarte. Quien quiere, no reserva un tiempo para ti o un horario fijo para verte, te reserva la vida entera y te enseña que, cuando la gente ama de verdad, no se escatima en esfuerzos, que no se quiere a otro para rellenar aquel espacio que sobra en la cama o ese tiempo libre en los fines de semana. Cuando queremos, aceptamos que otro se suba al tren de nuestra vida, para ser abrigado y convertirse en abrigo al mismo tiempo, para unir dos mundos en uno solo.


Quien anhela quedarse cierra los ojos sobre tu pecho y se permite, sin miedos, despertar hasta el otro día. Quien quiere, se hace el dormido para no levantarse de la cama y no salir de tu vida, te roba las mañanas, te envuelve en sus brazos y cuando le preguntes si la posición de tu cabeza le está lastimando, te responde que no. Quien quiere permanecer en tu vida no se lo piensa dos veces antes de entrar. Se queda para el desayuno y si es posible hasta la cena, ya que no probar al máximo el gusto de tus besos se considera algo estúpido.


Quien desea quedarse posa la cabeza sobre tu hombro y permite que descubras todos sus miedos y secretos, los errores y defectos, aprieta tu mano para intentar decirte algo en silencio y se despide sin dejarte nada, permitiéndote la libertad y dejándote con esa sensación de querer vivir un poco más a su lado. Quien te quiere tiene ganas de repetir, de probar cada uno de los gustos de tu sabor, de intentar todas las aventuras contigo sin tener que pensarlo, sin tener que decir “hoy no”, “lo dejamos para mañana”. Por qué quien quiere, encuentra la forma. Quien no quiere, encuentra una disculpa.

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